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CON LA EXCUSA DE YEARS AND YEARS

Unas palabras con la excusa de la serie británica en seis episodios producida por la BBC y emitida en este 2019. Ideada y escrita por Russell T. Davies, dirigida por Simon Cellan Jones y Lisa Mulcahy. Con Emma Thompson, Rory Kinnear, T’Nia Miller, Russell Tovey, Jessica Hynes, Ruth Madeley, Anne Reid, Lydia West, Maxim Baldry y elenco.

“El futuro llegó / hace rato”, cantaba la banda argentina Patricio Rey y Sus Redonditos de Ricota, y estamos hablando de… 1988. Por esos mismos años, un telefilme británico replicado en formato de serie en Estados Unidos, Max Headroom, se presentaba con la inquietante advertencia veinte minutos en el futuro. Una de las novedades que trajo la ciencia ficción de los años ochenta fue la idea de que ya estábamos en el futuro. El siglo XXIV es una abstracción inaccesible, mientras que el año 2023 es apenas pasado mañana, el año en que imaginamos terminar de pagar la hipoteca de nuestra casa, o llevar a nuestros hijos a su primer día de clases, o estar contando los pocos meses que faltan para nuestra jubilación. La diferencia de peso dramático es perceptible.

En el primer capítulo de Years and years es aún este 2019 que ya entra a salir; en el final del último ya es 2034. La historia sigue a una familia particular, los Lyons de Manchester, mientras se suceden años muy agitados en el mundo y en especial en Inglaterra. Años que, vistos desde este sur del sur, despiertan una inquietante sensación de reconocimiento: desaparecidos, millonarios ignorantes y cínicos en el poder, flexibilización laboral salvaje, negocios privados con bienes públicos, corralito bancario, apagones generales repetidos, conversión de barriadas pobres en guetos militarizados, obscenos blindajes mediáticos... La Argentina de los últimos cincuenta años como forma de la pesadilla de una sociedad avanzada.

Un acierto de la serie es haberle dado carnadura real a sus personajes, haber logrado que no sean meras marionetas de una tesis de lo por venir, haber hecho que nos importaran los destinos de la abuela Muriel y de sus cuatro nietos y de sus parejas e hijos. Porque sí nos importan sus amores y desamores, y peleas y reconciliaciones, y éxitos y fracasos en la dura lucha por ser felices y dar sentido a sus existencias en un mundo convulsionado por fuerzas que escapan a su control. No es tan frecuente en obras que trafican con urgentes promesas de revelarnos las amenazas y oportunidades que el mundo nos ofrecerá a la vuelta de la esquina.

Eso sí, por momentos el mundo de las próximas décadas que nos prometen dejar atisbar los realizadores de la serie suele exigirnos suspender nuestra incredulidad de un modo algo excesivo. Todos podemos imaginarnos sin demasiado esfuerzo alguna acción insensata del Presidente Trump o un devenir de las tendencias tecnológicas globales que convierta en superfluos a la mayoría de los trabajadores pero ¿un retorno de la Rusia Soviética y bajo el liderazgo de Putin? ¿Una España gobernada por una dictadura comunista? ¿En serio? Me parece un mal síntoma el que recibamos los más espectaculares avances tecnológicos que imagina Years and years con bastante menos escepticismo que el que nos despiertan algunas de sus proyecciones geopolíticas.

Tampoco encuentro muy satisfactoria cierta idealización del mundo anterior a la crisis financiera de 2008: los difíciles años que le sucedieron son incomprensibles sin la artificial bonanza que les antecedió. De todos modos puedo entender ese punto como una esperable trampa que la memoria y la angustia existencial suele tender en tiempos complicados: el pasado como refugio. Lo que sí me cuesta entender es que, tras cuatro capítulos excelentes más allá de los reparos apuntados, la historia tome en los últimos dos programas un camino que, tal vez, haya estado prefigurado en el apellido familiar, apenas disimulado por una ligera variación de la grafía (“leones”). Algunos momentos del capítulo final me parecieron una parodia de viejos programas argentinos de humor costumbrista como Los Campanelli o Los Benvenuto: la parodia de una obra humorística bien podría ser una versión escrita con total seriedad.

 

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