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EL DIOS DE LA BIOMECÁNICA EN LA CRUZ
Hoy hacemos dialogar a "Jesús de Nazaret" (Franco Zeffirelli, 1977) y "Blade Runner" (Ridley Scott, 1982).
Hasta el día de la fecha, las enciclopedias del cine insisten en atribuir el guión de "Jesús de Nazaret" a Anthony Burgess (el autor de la novela "La Naranja Mecánica") y Suso Cecchi d'Amico (guionista de varios filmes neorrealistas). Más justo sería adjudicárselo a Marcos, Mateo, Lucas y Juan, o si se quiere, al Espíritu Santo, porque Burgess y D'Amico se limitaron a armonizar los cuatro relatos canónicos de la vida de Jesús y a adaptar el resultado al lenguaje cinematográfico, sin que en dicha tarea se permitieran demasiadas libertades ni excesivas expansiones imaginativas. Esta literalidad extrema ha sido uno de los reproches preferidos de la crítica, elección difícil de compartir: el relato bíblico de la vida y las palabras de Jesús es lo suficientemente poderoso como para hacer de esa literalidad una opción narrativa perfectamente lógica (tanto como la opción opuesta, por cierto).
Más fácil de compartir es la crítica de pomposidad y grandilocuencia: la película de Zeffirelli parece ignorar que la misma Biblia dice que Dios elige la humildad para avergonzar a los fuertes y a los sabios; pomposos eran Caifás o Pilatos, los vicarios del poder.
El trabajo de Robert Powell es muy bueno (tanto que aún hoy es la imagen de Jesús preferida por los posters) y el resto del elenco simplemente asusta: James Mason, Laurence Olivier, Anthony Quinn, Donald Pleasence, Christopher Plummer, Rod Steiger, Peter Ustinov, Anne Bancroft, Ernest Borgnine, Claudia Cardinale, Stacey Keach, James Earl Jones (adivinen haciendo de quién), Ian Holm, Fernando Rey, James Farentino...
Por su parte, "Blade Runner" (una de mis cuatro o cinco películas preferidas) es una historia de ciencia ficción expresada en clave de policial negro de los '40. Dicho así, parecería una de esas películas que uno ve en los ómnibus de larga distancia: lo que la diferencia es la riqueza de los subtextos, la calidad y cantidad de lecturas que invita a practicar. Antes de seguir con una de ellas, un pantallazo del argumento.
A comienzos del siglo XXI, la Corporación Tyrell ha logrado crear seres humanos artificiales llamados "replicantes", a quienes se utiliza en la colonización de otros planetas. Los replicantes son físicamente superiores a sus creadores; algunos de ellos (los creados para ser líderes) también lo son intelectualmente. Tras un motín, los replicantes fueron declarados ilegales en la Tierra, y patrullas especiales (unidades de "Blade Runners", literalmente, "los que corren por el filo") disparan a matar a todo replicante que detecten. En una devastada y empobrecida Los Ángeles, en noviembre de 2019, un grupo de replicantes logra aterrizar clandestinamente y trata de acceder a la Corporación. La razón de la búsqueda: con el tiempo, los replicantes tienden a volverse inestables emocionalmente (¡no podría ser de otra manera!) y, como macabra medida de seguridad, Tyrell los ha programado para vivir solamente cuatro años; los esclavos rebelados, conducidos por su jefe Roy Batty (Rutger Hauer, perfecto) buscan la forma de desactivar esa bomba de tiempo que llevan en su cuerpo. En el camino se cargan como a un pichoncito a uno de los mejores Blade Runners, y el jefe de policía se ve obligado a acudir a uno de ellos que ha renunciado asqueado, Rick Deckard (Harrison Ford). Deckard acepta, acuciado por las deudas y ante la amenaza de que le quiten su licencia de investigador privado. En el camino de dar caza a cada uno de los rebeldes, se topa con Rachel (una bellísima y muy joven Sean Young), una replicante de un tipo experimental que al principio ignora que lo es y que trabaja en la Corporación. Deckard y Rachel se enamoran; Deckard recibe la orden de matarla.
Semejante filme (de factura soberbia, en especial en el aspecto visual) puede ser abordado mediante diversos enfoques, desde el sociopolítico (un mundo degradado y contaminado, en el que priman las corporaciones y los gobiernos apenas existen) al moral (¿es lícito crear una humanidad artificial?), y del estrictamente técnico (la iluminación, los efectos, la manera de sugerir un mundo que, en ese entonces, estaba casi 40 años en el futuro y hoy apenas 14, mi Dios) al que me pasará a ocupar en próximas líneas y que lo emparenta con "Jesús de Nazaret": la lectura desde el punto de vista de los simbolismos judeocristianos.
"Fieramente los ángeles cayeron / profundos truenos se oían en las costas ardiendo con los Fuegos de Orc", dice casi al comienzo Roy Batty, alterando ligeramente versos del poeta místico inglés William Blake. (Los replicantes son rebeldes, y descienden de los Cielos). Batty busca enfrentarse al creador con minúscula, Tyrell (Joe Turkel), quien apropiadamente para alguien que ha jugado a ser Dios, vive en una especie de pirámide más alta que las nubes, esperando (sin saberlo) un destino que recuerda al de otro que jugó a ser Dios y dar vida: el doctor Frankenstein.
El diálogo que sostienen Batty y Tyrell en su postrer encuentro está cargado de simbología. Roy Batty: "¿Puede el creador reparar lo que ha creado?" (a diferencia de Dios, Tyrell no puede hacerlo: el proceso de degradación celular de los replicantes es irreversible). Tyrell: "¿Cuál es el problema?". Roy Batty responde: "La muerte". Tyrell: "Fuiste formado lo más perfectamente posible. No para durar. La luz que brilla el doble se extingue en la mitad de tiempo, y tú has brillado con muchísima intensidad. Eres el hijo pródigo". Roy, desarrollando un sentido de moralidad que no se esperaba que tuviese (recordemos que fue entrenado para matar): "He hecho cosas malas". Tyrell, a su turno: "Y cosas extraordinarias. Goza de tu tiempo". Roy Batty, la máquina, la criatura, tiene conciencia moral; Tyrell, el creador, tiene la (ausencia de) moralidad de un dios pagano; Tyrell es un dios falso, un ídolo. Entonces Roy dice: "No haré nada por lo que el dios de la biomecánica me impida la entrada en su cielo", besa a Tyrell (como Judas besa a Jesús), toma su cabeza entre sus manos y lo mata, hundiéndole los pulgares en los ojos.
Esta Caída continúa hasta el desparejo duelo final de Batty / Deckard, más bien una cacería. Batty persigue a Deckard en un edificio semiabandonado, con el aspecto de un castillo de película de terror. Llueve torrencialmente. Batty está muriéndose; sus manos ya no le responden bien, y debe atravesarse clavos en las palmas (en toda la secuencia final, Batty presenta los estigmas de Cristo). En el final, Deckard resbala y su Caída y segura muerte es detenida por el líder de los replicantes. Batty lo salva, Batty el replicante (el eslogan de Tyrell Corp. es, refiriéndose a su principal producto, "más humano que un humano").
En el final, su final, Batty / Hauer filosofa acerca del horror que sus ojos han visto. En el momento de morir, (ante que una paloma ascienda a los cielos) llega a expresar una verdad terrible: "todos esos momentos se perderán como lágrimas en la lluvia". En el universo de "Blade Runner", en el momento de morir no hay dioses (todo se pierde irremediablemente) y no hay sentido (¿qué sentido puede tener la vida de una máquina de guerrear creada en un laboratorio y con cuatro años de vida útil?). Sin embargo, del hecho mismo de la inevitabilidad de la muerte pueden nacer la conciencia del bien y del mal y el amor a la vida.
En "Jesús..." también hay un mensaje que implica una conciencia del bien y del mal y el amor a la vida, pero la presencia de Dios hace que nada se pierda y que la vida tenga un sentido absoluto. Ahora, ese valor absoluto sólo es accesible a través de la fe. Pero siendo la fe un don (con lo que algunos pueden poseerlo y otros no) ¿ese valor absoluto de la verdad cristiana no se hace relativo?
Amigo Flores, mire adónde hemos ido a parar con una película que parecía "una de tiros". Qué gran verdad esa de Kubrick y Clarke y "2001": la exploración del espacio exterior es una vía para el conocimiento de un abismo tan insondable como ése, el espacio interior.
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