CAPÍTULO 17

(Donde el Apóstol Catódico recibe el Premio Martín Fierro a la Mejor Labor Pastoral en TV) (1)

Viene del Capítulo Anterior

En una ocasión, el Apóstol Catódico y sus discípulos subieron al estrado del Centro Cultural Ministro Llerena Amadeo, donde serían galardonados con el Premio Martín Fierro a la Mejor Labor Pastoral en TV. Luego de recibir la estatuilla de manos de Carozo y Narizota, a la sazón ganadores del premio a la Mejor Conducción de Noticiero en TV, el Apóstol hizo propicia la ocasión para agradecer el lauro y exhortar a los presentes y a los televidentes, desde su púlpito catódico, metódico y esdrújulo, a la obediencia a la Verdadera Fe.

Así trazó un somero panorama del mundo de hoy, en el que no faltaron críticas al Feminismo Exacerbado y su brazo armado, el Movimiento Vaginismo Neanderthaliano 31 de Febrero. Tampoco se privó el Apóstol de sugerir, sagazmente, la entrega de las islas Malvinas a la hermana República de Bolivia, con lo que simultáneamente se solucionaría el problema del aislamiento del país mediterráneo y el diferendo entre la República Argentina y el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte.

El Apóstol también tuvo unas palabras para la sempiterna crisis de los Balcanes, haciendo notar con perspicacia única que, tras la fachada del enfrentamiento de índole tribal entre serbios, croatas, bosnios, macedonios y albaneses, estaba la oscura pugna de intereses entre la Pepsi y la Coca Cola, jugando sus fichas con el objetivo de controlar los sedientos mercados del sudeste de Europa.

Antes de ser expulsado del escenario por la fuerza pública, el Apóstol Catódico tuvo tiempo para deslizar que, tal vez, el robo de la capa de la Reina Sofía de España y el del poncho de Argentino Luna fueran dos caras de una misma y siniestra moneda.

Y si le hubieran dado un instante más, hubiera demostrado, con irrebatibles razones, que el conflicto entre israelíes y palestinos oculta, tras el velo de reclamos territoriales y religiosos e intereses petroleros, su verdadera y terrible cara: una lucha mortal, eterna, entre Anteojito y Billiken.

"Res, non verba", apostrofó el Apóstol, desde un contenedor de basura adonde había sido arrojado con sus discípulos y con las Hermanas de la Sagrada Gola. "Res, non verba", repitió. "Las vacas no hablan", tradujo. Y dicho esto, el rating de la transmisión televisiva de la entrega de los Martín Fierro cayó veinte puntos, y todos en el Centro Cultural Ministro Llerena Amadeo se arrepintieron de haberlos echado, y entonces fue el tiempo del llanto y del rechinar de dientes.

(Continúa)

(1) El lector puede saltear la lectura de este capítulo, a los efectos de un mayor disfrute de la obra.

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